Hay veces que la vida nos obliga a cerrar ciclos, a despedir a seres queridos, humanos o animales, un tipo de ser vivo no le quita importancia o cariño a otro.
Muchas veces, las mascotas se vuelven parte de la familia y no el perro que se tiene en la azotea o el gato que deambula por el vecindario, sino quien acompaña en momentos de tristeza y alegría, de desvelos, de preocupaciones. Nadie se alegra más de la llegada de un miembro de la familia que los perritos que nos acompañan en el día a día, incluso cuando por circunstancias de vida como matrimonio/trabajo/escuela algún miembro de la familia tenga que mudarse, no hay mayor euforia con el regreso que la colita agitada de un perrito, ignoro la forma en la que otras mascotas expresen su alegría y su cariño, pero no dudo que lo hagan.
A pesar de todas las alegrías que nos dan, su compañía, las preocupaciones cuando enferman y demás, el tiempo que pasan con nosotros es poco, muy poco, sólo queda esperar que su partida sea sin dolor y de alguna manera, sepan que era alguien importante y amado.
Y de esa manera, continuar con la vida, con un dolor y una pérdida que quienes no sean petlover no siempre entienden, porque no “es un perro”, es alguien de la familia, a quien se le quiere, se le extrañará y se le recordará siempre.
Hasta siempre gordita
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