jueves, 22 de octubre de 2020

Orgullo

 

Hola queridos lectores

En esta ocasión quiero hablarles de un tema que personalmente me causa conflicto: el orgullo. Creo que como personas sí tenemos que estar orgullosos de nuestros logros, de lo que hemos hecho para llegar a donde estamos, en el sentido de que nadie mejor que nosotros sabemos el esfuerzo que nos costó llegar ahí, estar orgullosos de lo que somos y de lo que hacemos. Claro, hay situaciones y acciones que no deberían de enorgullecernos, como cuando tratamos mal a alguien o como cuando hacemos algo indebido, pero hagamos esas situaciones de lado por ahora.

Mi problema con la expresión “me voy a tragar mi orgullo y hacer/decir/aceptar/lo que sea”. Si se trata de arreglar alguna situación ¿Qué tiene de malo hacer el orgullo a un lado? ¿Qué tal que estoy molesta con una persona por un malentendido y por caprichos sin sentido nunca se soluciona? ¿Qué tal que lastimé a una persona que es importante para mí por algo que realmente no era tan relevante y por “orgullosa” esa persona no vuelve a estar en mi vida? ¿Qué tal que esa persona me lastimó y piensa que en lugar de dolida estoy enojada sin razón?  

Aquí ustedes podrían decir “pero es que se pierde la dignidad”, sin embargo, lo que estoy tratando de decir es que simplemente buscas un acercamiento con la persona, le expresas tu deseo de arreglar la situación, si dice que sí qué bien, lo hablan; si dice que no te retiras, o quizá insistes una vez, pero no se trata de rogarle a la otra persona y suplicarle perdón; se trata de que ambas personas pongan de su parte para llegar a un acuerdo; si uno de los dos no pone de su parte o se resiste siquiera a escuchar no creo que tenga caso insistir, pero el intento se hizo y sólo por ello vale la pena hacer el orgullo de lado.

No obstante, esta es mi opinión, no es exclusivamente mía, muchas personas piensan de esa manera; pero no es lo más común, llega a pasar con frecuencia que como esta persona me lastimó/ofendió entonces me desquito, después me la regresa y así pasamos la vida, como si nos aventáramos una pelota por turnos, cuando, de haberlo hablado, pudimos haber notado que se trataba de falta de comunicación, o que las palabras o tono no fueron los adecuados, o que un texto plano no logró transmitir mis emociones, o quizá la otra persona me contestó “golpeado” porque tenía mil cosas en la mente… No sabremos si no intentamos arreglarlo.

Hasta pronto queridos lectores, que tengan una maravillosa semana

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